Una larga tradición en la enseñanza, que se remonta al periodo dictatorial, pero que sustantivamente en sus formas no ha cambiado con las administraciones democráticas, es que todo debe estar regulado, produciéndose lo que Habermas ha llamado una “juridificación” de ámbitos que pertenecen al ejercicio de la misma profesionalidad o al “mundo de la vida”. De este modo, la complejidad de problemas educativos, que requeriría el necesario juicio profesional, se reduce a aplicar lo que indica la Administración o sus supervisores en cada momento, por lo demás cambiante.