Para Rocío Rueda, una parte del desencanto de los jóvenes proviene precisamente de “una excesiva fuerza de todo ese discurso que tiene que ver con la producción, con ser productivo, eficiente, eficaz, con la profesionalización del docente, en el sentido capitalista más duro (producir y publicar para que te reconozcan títulos, para estar en los rankings y que la universidad se mantenga en el ranking como la mejor universidad de excelencia), y con todo lo que eso significa. Estamos tan volcados en figurar en esos rankings de excelencia y de calidad educativa que cada vez estamos más lejos de nuestros estudiantes.” Hemos dejado de prestarles atención. De alguna manera el discurso de la performatividad, la eficacia, la eficiencia, el aprendizaje y la mejora de los rendimientos escolares, no ha hecho más que ahondar en la brecha de sentido.