Insultar es la consecuencia de la incapacidad de la persona para mantener un autocontrol suficiente como para poder expresar lo que siente, su opinión, su punto de vista, de una manera adecuada. Insultamos convencidos de que es el otro el que tiene la culpa, el que me ha provocado, el que hace las cosas mal, el que me ha decepcionado. Esto es tirar balones fuera, no asumir la responsabilidad de que la percepción que tenemos de la situación que nos cabrea, la gestión de esa información, lo que sentimos y la reacción que manifestamos, únicamente es responsabilidad del que insulta. En definitiva, no nos cabrean sino que nos cabreamos. No estamos predeterminados para sentir ira y reaccionar de manera desmedida, podemos aprender a gestionar todo tipo de emociones ante las situaciones familiares, sociales, laborales.